No podía sentarme junto a su cama, cogerle la mano y decirle que la quería, porque no era verdad. La había querido en el pasado, me había sentido increíblemente cercana a ella, dependiente de ella, en un pasado había sido lo único para mí, mi madre, pero ese sentimiento pertenecía al pasado y no podía ser evocado, porque todo lo que ocurrió después tenía efectos retroactivos. No sentía ningún amor por mi madre, ninguna añoranza, y esa falta de amor y añoranza era interpretada, entendía yo, como un defecto mío, algo que tenía que explicar y defender.