Mi opinión es que nuestra generación ha concedido demasiada importancia a los «aderezos», y sólo Dios sabe el tiempo y la energía que hemos desperdiciado ejercitando nuestra dicción y perfeccionando nuestro lenguaje, y las horas que hemos pasado consultando enciclopedias y publicaciones para ampliar nuestros conocimientos, en lugar de dedicarnos a dominar los principios básicos de nuestra profesión.