La mayoría de quienes trabajaban en las mansiones señoriales disfrutaba de un cómodo nivel de vida y gozaba, por extensión, del esplendor de sus nobles patrones. Pero, en el otro extremo de la balanza, no había villa respetable de las afueras que no tuviera una o varias doncellas, así que la mayoría de las empleadas del servicio trabajaba para las clases medias inglesas, no para la aristocracia. Estos criados eran, en su mayoría, niños: ayudantes de las cocinas, sirvientas o doncellas de menor categoría y limpiabotas. Eran meras posesiones, esclavos a quienes sus señores no veían casi nunca y, de hacerlo, casi nunca los reconocían