Primero, y más rápido que la enfermedad misma, está la figura mítica que ha contagiado al mundo. Esa es la verdadera Pandemia: antes que tocar los cuerpos de los individuos, toca el imaginario colectivo. Es la explosión de una figura mítica, con una potencia y velocidad desconcertantes. No es casualidad que a muchos les recordase la experiencia de la guerra. Las circunstancias prácticas son diferentes –no se dispara una sola bala, no hay enemigos–, pero lo que mucha gente ha registrado en su memoria es que el otro único acontecimiento que tuvo un efecto pandémico tan implacable fue la guerra. Instintivamente, la Pandemia se alinea con las otras grandes criaturas míticas de las que se tiene memoria y se acepta por lo que realmente es: un contagio de mentes antes que de cuerpos