Especialmente desarrolla con mayor claridad y más conscientemente esa complejidad de los caracteres principales: en esto sobre todo quiere ser «del mismo artífice y del mesmo paño» que la primera. Don Quijote es indudablemente un loco, la obsesión caballeresca le convierte en uno; pero la chaladura anacrónica también es la fuente de una nobleza tan real, de una pureza, de una gracia aristocrática, de una decencia tan atractiva y tan inspiradora de consideración de todas sus maneras, físicas y espirituales, que la carcajada ante su «triste», su grotesca figura, siempre está mezclada de respeto admirativo, y nadie se encuentra con él sin sentirse atraído hacia el hidalgo lamentable y magnífico, trastornado en un punto, pero por lo demás intachable.