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Enriqueta Ochoa

  • Rafael Ramoshas quoted2 years ago
    No rebusquen más mitos en mis labios.
    Soy la furia salvaje de una criatura
    abandonada en el monte,
    sin conocer más padre que el sol que ha requemado mi epidermis
    ni más madre que ese lamento gris de tierra
    que indefinidamente me derrumba y me levanta
  • Rafael Ramoshas quoted2 years ago
    Dios es mi inseparable,
    mi más íntimo compañero
    de juegos y de lágrimas:
    el más constante y tierno,
    más rebelde y sumiso
  • Rafael Ramoshas quoted2 years ago
    ¿Por qué ignorar que el mundo
    es un cotiledón de fuego
    en que Dios va formando su presencia?
    Son cosas que no pueden cubrirse.
    Miradme aquí cómo al tratar su nombre
    danzo en una resurrección
    de brasas removidas
    y siento sus latidos sonándome en el pecho.
    ¿Cómo negar al hijo que florece?
    No he aprendido a ocultarle
    ni a decir que me pesa, aunque me acusen
    de agotarme su largo nacimiento.
    ¿Por qué habría de ser?
    Él no me obliga a prescindir de nada
  • Rafael Ramoshas quoted2 years ago
    Desarráigame ahora que un viento de sepulcros
    me golpea en las arterias
  • Rafael Ramoshas quoted2 years ago
    Yo luché a tempestad de gritos en tu vientre,
    y te dije que no, que no y que no;
    que en mí no dispersaras el polvo de otro polvo,
    que no abrieras conmigo más rutas de la sangre,
    mas mi voz fue enterrada por campanas de duelo
    y espigada mi forma entre la piel y el suelo.
  • Rafael Ramoshas quoted2 years ago
    Tempestades de fuego conformaron mis venas,
    leches trémulas de luna nutrieron mi epidermis
    y un volante de furias fue timón de mi pecho.
    Y yo siempre te dije
    que no, que no y que no;
    que en mí no dispersaras el polvo de otro polvo
    y no hincaras más soles en el río de mis venas
  • Rafael Ramoshas quoted2 years ago
    II

    De intensa pena el alma traspasada
    reclínase en el pecho de mi canto,
    y en la fina pureza de mi llanto
    se atersa como un lirio desmayada.
    Y ante el santo dolor en que se olvida,
    pasan cándidos huertos agobiados
    de rocío. ¿Es que viajan sollozando
    los paisajes ardientes de mi vida?
    Pasan cielos de raso acerinado
    y heridos en su seno por estrellas.
    ¿Acaso no es un óleo derramado
    de mi angustia y mis lágrimas en ella?
    Yo no acierto a saber quién va pasando,
    pero exhausta y sin voz me voy quedando
  • Rafael Ramoshas quoted2 years ago
    III

    Me pregunto qué queda de mí: nada.
    Toda soy una dádiva insistente
    desde los ojos plenos a la frente,
    desde la oscura noche a la alumbrada.
    Me pregunto qué soy y digo: nada.
    No soy dueña del más leve respiro,
    ni las ondas calientes en que giro
    ni mis ojos lo son de mi jornada.
    No lo soy de mis largas soledades
    porque todo hacia ti vuela y se torna
    en febriles y recias tempestades.
    Todo, todo —tú ves— se me trastorna
    a tu ámbito y yo, en mis vaguedades,
    me pregunto si en ti se me retorna.
  • Rafael Ramoshas quoted2 years ago
    FATIGA

    Ya están plenas las cuencas de mis ojos,
    pronunciadas las más tiernas palabras;
    sin embargo, tú, amor que me taladras,
    quedas mudo a mis íntimos antojos.
    Yo he albergado las más candentes rosas
    y he apretado de cantos mi garganta,
    mas de ti sólo enorme se levanta
    un mar de olas glaciales, silenciosas.
    Ya mi voz se ha bañado de fatiga,
    ya de tanto llamarte languidece,
    pues ya gira en las ondas, ya se espiga.
    Y acelera su paso y se enardece,
    mas llegando a tu hielo se desmiga,
    y en las sombras calladas desvanece.
  • Rafael Ramoshas quotedlast year
    Sólo hay una salida inevitable,
    la última fatiga en que gritamos:
    ¡Venga el hijo a nosotros!
    Y más tarde argüimos:
    tus muertos y mis muertos
    amalgaman su amor dentro de un fruto.
    Inocencia ficticia de quien busca,
    por temor de perderse, prolongarse.
    Ver sus ojos crecer en otros ojos,
    espigarse su forma en otra forma;
    trasplantar su honda vena por los siglos:
    ¡asirse a la distancia sin remedio!
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