Sabes que eres adorable, ¿verdad?
Al momento se tapó la boca con la mano al caer en la cuenta de lo que había dicho. Sonreí.
—Tú tampoco estás nada mal.
Alex se estaba poniendo rojo como un tomate y desvió la vista con los labios prietos, como enfadado consigo mismo. Pensé que se marcharía, pero inspiró hondo e hizo algo que nunca me habría esperado de él: me besó.