Un mundo como el que, en tanto que ciudadanos del siglo XXI, nos ha tocado vivir, ya no es el mundo de los espacios abiertos y las extensiones indeterminadas que llaman al explorador a recorrerlas. Al contrario: nuestro tiempo es el de un mundo seccionado, lleno de cortes y de fisuras que se han vuelto heridas o, en el mejor de los casos, cicatrices