Si en vez de hacer este comentario, mi padre se hubiera molestado en explicarme que los principios de Agrippa estaban totalmente superados, que existía una concepción científica moderna con posibilidades mucho mayores que la antigua, puesto que eran reales y prácticas mientras que las de aquélla eran quiméricas, tengo la seguridad de que hubiera perdido el interés por Agrippa. Probablemente, sensibilizada como tenía la imaginación, me hubiera dedicado a la química, teoría más racional y producto de descubrimientos modernos. Es incluso posible que mi pensamiento no hubiera recibido el impulso fatal que me llevó a la ruina. Pero la indiferente ojeada de mi padre al volumen que leía en modo alguno me indicó que él estuviera familiarizado con el contenido del mismo, y proseguí mi lectura con mayor avidez.