Tenemos el hábito, herencia de cierta cultura, de pensar en nosotros mismos como seres exclusivamente racionales; rechazamos, negamos, no conocemos ni queremos conocer todo lo que en nosotros puede tener un tinte irracional, animal, instintivo. Solo a partir de Freud, comienza a integrarse como propia y humana esta parte de nuestro ser, de la cual no somos conscientes. Pero todavía, en Psicología, se acostumbra identificar el yo con la parte consciente y voluntaria del individuo, sepultando de nuevo a lo inconsciente en una especie de no-yo, algo ajeno, exterior.