La comprensión es un tesoro enterrado bajo la isla del aprendizaje. Comprender sus mecanismos es casi alquimia. Tengo claro que no es una simple transmisión como la de la corriente eléctrica. La explicación es importante, pero no es la rueda que hace girar la comprensión. Creo que en el fondo todo surge de la necesidad de saber, la admiración y la curiosidad que nos roe por dentro buscando respuestas a las preguntas inesperadas, que son relámpagos en la oscuridad. Es una especie de desequilibrio homeostático que nos mueve hacia el conocimiento, de forma similar a como el hambre nos hace querer el alimento. Y, sobre todo, sobre todo, es un proceso amoroso: sí, la seducción del vínculo que se establece con el conocimiento, que nos ensancha el mundo, que nos permite reconstruir la aventura de la Tierra, de la humanidad, de la vida, de la propia y cambiante identidad. La filosofía aparece como el saber que busca la profundidad y la comprensión.