Cuando un pueblo está amenazado, parece que nos dice Asimov, un cierto fanatismo es inevitable para mantener su identidad: al fin y al cabo, el uso de rituales es un modo eficaz de grabar en la memoria colectiva elementos necesarios para la supervivencia, ya sea una supervivencia física, ya la supervivencia de una cultura y un modo de vida. Pero lo que empieza como un simple mecanismo de supervivencia acaba convirtiéndose en una sensación de superioridad moral y cultural que, a la larga, solo puede acabar degenerando en pura xenofobia y en actitudes irracionales y carentes de sentido.