—Yo puedo volar y no lo hago. Antes, mucho antes de que vosotros los caracoles habitarais en el prado, había muchos más árboles de los que se ven ahora. Había hayas y castaños, encinas, nogales y robles. Todos esos árboles eran mi hogar, volaba de rama en rama, y su recuerdo me pesa, me pesa tanto que no puedo alzar el vuelo. Tú eres un joven caracol y todo lo que has visto, todo lo que has probado, lo amargo y lo dulce, la lluvia y el sol, el frío y la noche, todo eso va contigo, pesa, y como eres tan pequeño, ese peso te hace lento.
—¿Y de qué me sirve ser tan lento? —susurró el caracol.
—No tengo respuesta para eso. Deberás encontrarla tú mismo