Ante el hecho consumado, el juez Ramos, cuestionado sobre el caso, insinuó que Villavicencio era una pieza sacrificable y se preocupó de deslindar al gobernador Creel de cualquier responsabilidad en el caso. A la pregunta de si consideraba a Villavicencio capaz de torturar, Ramos respondió: “Lo creo capaz, y tengo motivos para suponer que cometió algunos atropellos, no por órdenes de don Enrique Clay Creel, que en esa época se hallaba en los Estados Unidos con el carácter de embajador, sino de motu proprio o sugestionado por terceras personas, que se hallaban entre bastidores.” Al mismo tiempo el juez señaló: “Aun en el caso de que comprobara el delito, Villavicencio no debía ser reducido a prisión, ni podría sentenciarse, porque a la fecha ha prescrito la acción penal. Las responsabilidades oficiales —recordó—, según la ley, prescriben al año, y este caso data de mucho mayor tiempo”.