Jesús Zulaika Goicoechea

  • Ana Buendíahas quotedlast year
    Escribo para llegar a ti –aunque cada palabra que escribo sea una palabra más lejos de donde estás
  • Danielhas quoted6 days ago
    Yo pensaba que el sexo era internarse en un nuevo territorio, pese al miedo; que, mientras el mundo no nos viera, sus reglas no regían para nosotros. Pero me equivocaba.

    Las reglas ya estaban dentro de nosotros
  • Danielhas quoted5 days ago
    Una placenta mediana pesa aproximadamente 750 gramos. Es un órgano que acabará desechándose y en el que los nutrientes, las hormonas y residuos pasan de la madre al feto. Así, la placenta es una especie de lengua, quizá nuestra primera lengua, o nuestra lengua madre genuina
  • Danielhas quoted4 days ago
    kipuka. El terreno que resulta intocado por el río de lava que baja por una ladera tras una erupción, una isla formada por todo lo que sobrevive a ese apocalipsis mínimo
  • Danielhas quoted4 days ago
    Allí acostado junto a ti, no puedo evitar desear que tú y yo seamos nuestro propio kipuka
  • Danielhas quoted4 days ago
    ¿Y si mi tristeza es en realidad mi más brutal maestro? Y su lección es siempre la misma: Tú no tienes que ser como los bisontes: tú puedes pararte.
  • Danielhas quoted3 days ago
    En vietnamita, la palabra echar de menos a alguien y recordarlo es la misma: nhỞ. A veces, cuando me preguntas por teléfono Con nhỞ mẹ không? doy un respingo, pensando que me preguntas «¿Te acuerdas de mí?»

    Te echo de menos más de lo que me acuerdo de ti.
  • Danielhas quoted3 days ago
    Puede que en la próxima vida nos encontremos unos a otros por primera vez, creyendo en todo menos en el daño que somos capaces de hacer
  • Danielhas quoted3 days ago
    Recuerda: las normas, como las calles, solo pueden llevarte a sitios conocidos. Bajo la red hay un campo –siempre ha estado ahí– donde estar perdido nunca es estar equivocado, sino sencillamente ser más.
  • Danielhas quoted2 days ago
    Al cabo de unos instantes, el dolor se fundió en otro dolor extraño, en un entumecimiento ingrávido que se propagó a través de mí como una estación nueva, aún más cálida. La sensación no la causó la ternura, como en el caso de las caricias, sino el cuerpo mismo, al que no le cupo otra alternativa que acomodar el dolor hasta amortiguarlo y convertirlo en un placer radiante, imposible.
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