En los cuentos tradicionales de la India, todos con moraleja, los hijos descarriados siempre eran los causantes de los problemas de corazón, de los tumores cancerígenos, de la caída del pelo y de cualquier enfermedad que sufrieran sus pobres padres. Nikki no era tan tonta como para culparse de la muerte de su padre, pero estaba segura de que las pruebas que tenía pendientes en Londres, y que había pospuesto por culpa del viaje, lo habrían salvado.