presas; sus alas, cada vez más pesadas, le impiden volar. Sin embargo, posee una magnífica capacidad de transformación, aunque es terriblemente dolorosa. Durante un proceso que dura medio año, el ave se refugia en un nido en lo alto de una montaña. Allí golpea su pico contra una pared hasta arrancárselo. De la herida emergerá un nuevo pico, más fuerte. Con él se deshará de sus viejas garras y del pesado plumaje. Semanas después, le crecerán uñas más afiladas y firmes, plumas más estilizadas y ligeras. Algunas de las águilas que deciden seguir este camino perecen, pero la mayoría renacen y viven treinta años más. Las que evitan el proceso sucumben irremediablemente.