No podemos prescindir en absoluto de conocer, es decir, de entender, de explicar y quizá de prever y enseguida atesorar lo aprendido llevándolo a la práctica. Poseemos los instrumentos para hacerlo, nos gusta hacerlo y probablemente tampoco podríamos renunciar a hacerlo. La razón y la necesidad de ello deben buscarse en el objetivo, común a todos los demás seres vivos, de sobrevivir lo suficiente para dejar una descendencia consistente, aun cuando legítimamente la cuestión con el tiempo no se haya limitado a esa necesidad primaria