joven estudió su propio rostro. Era un tanto cuadrado, con una mandíbula bien marcada, modificada por unas mejillas todavía redondeadas debido a su corta edad, unos pómulos altos y un cuello largo y suave. Su barbilla tenía un asomo de hendidura, sus labios eran carnosos y su nariz recta y finamente cincelada. Los ojos claros, de un gris azulado, estaban perfilados por largas pestañas un poco más oscuras que el cabello dorado que caía en ondas suaves y abundantes muy por debajo de los hombros, brillantes con los reflejos del sol; las cejas, del mismo matiz que las pestañas, se arqueaban por encima de sus ojos en una frente suave, recta y alta, sin el menor indicio de arcos ciliares protuberantes.