COMO un corazón protegido,
la flor rojo sangre de la rosa silvestre
se abre en la rama más baja,
sostenida por la enmarañada
masa de un enorme arbusto:
florece contra la oscuridad
que es el fondo constante
del corazón,
mientras las flores más altas
se pudren, se marchitan;
sobrevivir
a la adversidad solamente
acrecienta su color. Pero John
no lo cree, él piensa
que si éste fuera un jardín real
y no un poema, entonces
la rosa roja no tendría
por qué parecerse a nada,
ni a otra flor,
ni al corazón ensombrecido,
que late a ras de tierra
mitad marrón, mitad carmesí