resignación y el hartazgo sin duda eran limítrofes. El hartazgo limitaba también con el cansancio, por el oeste. Después del cansancio aparecía la desidia —que no estaba lejos del hartazgo, porque el cansancio se extendía en un territorio delgado y largo—. Analizó la cuestión. Concluyó que no, no sentía cansancio: solo hartazgo y resignación.