Desde que había dado a luz, poco a poco me fui resignando a vivir en una confusión permanente. Pese a mi temperamento, pese a una infancia rica en figuras que representaban la independencia femenina, encabezada por mi madre, mis tías, las amigas de mi madre, que conservaban sus apellidos de solteras, sus profesiones y su orgullo infinito, lo que realmente me sorprendía era haber caído víctima de los convencionalismos de la maternidad. Al fin y al cabo, ¿tanto poder tienen las convenciones?