Franco Felix

es hora de atravesar ese portal de luz, ese río seco, esa tierra escarificada. Tarde o temprano despertaremos juntos en esa enorme cama en la que descansabas y los magníficos rayos de un sol a millones de kilómetros de este mundo de mierda nos despertarán con su energía calentándonos los párpados.

Madre no sería un zombi notable si llegara a perder sus dientes postizos. Iría por ahí besando amablemente un brazo, una pierna, una cabeza, sin poder hacerse con un pedazo de carne decente.

La gramática de los muertos es compleja e inefable porque suspende el tiempo, mientras que nosotros quedamos encarnados en él.

El pasado, el presente y el futuro se mezclan dentro de una esfera en la que estamos confinados, porque tanto las ideas pretéritas como las ulteriores son parte del lenguaje

Incluso, uno se engaña y pretende contener el infinito en palabras como siempre, eterno, inmortal, perpetuo, pero la voz, irrevocablemente, se quema en el acto.

Lo supe de golpe, no estaba preparado ni para ir a la universidad, ni para perder al humano más importante en mi vida.

la famosa verdad que, en la mayoría de las veces, es despiadada.

eché sobre ella y la besé y la abracé y le di las gracias y le dije que la amaba.

Llegó mi hermano y se quebró y nos echamos encima de mi pobre madre a gimotear y apretar sus bracitos lacerados por las agujas y los tratamientos químicos. Y ahí, asidos a ella, fuimos niños otra vez.

está conectada con la naturaleza del vínculo más significativo que se tiene con quien está muriendo frente a nosotros. Y no hay forma de articular el amor y explicarlo en ese último momento. Porque sólo es un momento, una brecha temporal demasiado reducida, en la que puedes ofrecer algo a quien emprenderá el gran viaje. Algo que quieres que se lleven. Una palabra. Un alarido. Un beso. Una caricia. Y si al final no consigues sino quedarte callado, sobrecogido o paralizado podrás, más adelante, lanzar un puño de tierra mientras baja el ataúd y se oculta en el suelo de un cementerio