Franco Felix

Madre no sería un zombi notable si llegara a perder sus dientes postizos. Iría por ahí besando amablemente un brazo, una pierna, una cabeza, sin poder hacerse con un pedazo de carne decente.

«Somos inteligentes porque no tenemos alas».

Lo intuyó de inmediato, pero quiso corroborarlo antes de abandonarse al horror.

l día siguiente, al otro lado del mundo, murió mamá.

Lo supe de golpe, no estaba preparado ni para ir a la universidad, ni para perder al humano más importante en mi vida.

ra el último llanto de mi madre.

Y me eché sobre ella y la besé y la abracé y le di las gracias y le dije que la amaba. Y le dije gracias de nuevo.

Siempre feliz y ocurrente, preparando bocadillos o cocinando un estofado regional o partiendo una sandía.

ría el amo de la Playa

Está ahí debajo del cristal y la veo como nunca la había visto, de manera lenta y minuciosa.