Por fin, cuando mi hijo nació pude dejarte por completo en paz. Sencillamente, pude olvidarte. Su existencia me aportó de inmediato una dignidad de la que antes había carecido. Mi futuro hijo logró que posase definitivamente mis dos pies sobre la tierra y, ahora sí, consiguió que la encontrase muelle, acogedora, en absoluto amenazante.