Rusia no es un país asiático, ni siquiera —aunque algunos usen el término— un híbrido «euroasiático». Es europeo, pero europeo de verdad. Fueron los rusos los que defendieron Europa una y otra vez, en ocasiones contra enemigos externos, como la Horda de Oro, otras veces contra enemigos internos, ya fuesen conquistadores potenciales como Napoleón o Hitler, o las fuerzas del caos y la disidencia. En otras palabras, la idea es que Rusia es la portadora de los verdaderos valores europeos en una época en que las naciones de Occidente los han abandonado. Su fe ortodoxa es la forma genuina de la cristiandad, y su conservadurismo social es simplemente un rechazo a aceptar unas modas degeneradas y un moderno subjetivismo moral.
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