Entender cómo nos sobreponemos a las circunstancias y de dónde vienen los obstáculos y qué nos impide ver nuestras capacidades requiere considerar dos cuestiones importantes. La primera es el comportamiento en el desastre de la minoría que ostenta el poder, habitualmente despiadado. La segunda son los prejuicios y las representaciones que transmiten los medios de comunicación, alzando ante nosotros un espejo cóncavo en el que resulta prácticamente imposible reconocer los paraísos, las posibilidades. Lo que creemos importa, y la imagen de nosotros mismos que nos devuelven los medios de comunicación y las élites pueden convertirse en una segunda ola del desastre, como ocurrió, con especial dramatismo, en los días posteriores al huracán Katrina, cuando se propagaron histéricos rumores de actos violentos y las personas en el poder respondieron con la fuerza, negando derechos y ayuda humanitaria, provocando así un gran número de muertes innecesarias. Estos tres elementos suelen entrelazarse en la mayoría de los desastres. Para dar con el que es verdaderamente importante —para vislumbrar ese paraíso posible— hay que comprender las fuerzas que lo ensombrecen, que se oponen a él, que, en ocasiones, consiguen hacerlo desaparecer.