—No sabemos quién es, no sabemos si existe. Pero no nos importa. A nosotros, que vivimos felices y tranquilos, no nos importa qué pasa después de muertos, porque cuando la muerte llega a la vida, la vida ya no está. Nosotros ya no estamos. Para qué preocuparnos.
—Además —añadió un hombre muy huesudo y de bigote pequeño—, nuestra inteligencia no es capaz de entenderlo. Nunca podremos saber si Dios existe. Entonces para qué preocuparnos.
—En lugar de preocuparnos, nosotros bailamos —añadió la mujer grande.