Lo que sí existe es este tipo de niños: inteligentes, despiertos, atentos, hipersensibles y, por estar totalmente orientados hacia el bienestar de los padres, también disponibles, utilizables y, sobre todo, transparentes, claros, predecibles y manipulables... mientras su verdadero Yo (su mundo afectivo) permanezca en el sótano de esa casa transparente en la que tienen que vivir, a veces hasta la pubertad y, no pocas veces, hasta que sean padres ellos mismos.