Por un lado, tenemos a la mujer profesional con un bebé chillando en su maletín; la mujer que esperó a los cuarenta para tener descendencia y que ahora ni siquiera encuentra tiempo para cuidar de ella. Se la pinta como egoísta e irresponsable, como una mala mujer.
Por otro, está la mujer joven de clase obrera que vive en su vivienda de protección oficial, chupando del bote de las ayudas sociales como madre soltera. También se la considera egoísta e irresponsable, también es una mala mujer.