Los estilos, además de popularizar formas y acabados, ponían de moda materiales, forzaban la aparición de muebles que alteraban las costumbres, potenciaban distribuciones arquitectónicas y, en suma, cambiaban la faz de las ciudades tanto como las casas o la indumentaria de sus ciudadanos. ¿Qué determina entonces un estilo? Para el historiador Peter Thornton no se trata tanto de los objetos o de las artes como de la “densidad de una línea de propuestas”.