Martín Muñoz Kaiser

  • thanakagi496has quotedlast year
    “Para millones y millones de seres humanos

    el verdadero infierno es la Tierra”.

    Arthur Schopenhauer
  • thanakagi496has quotedlast year
    No hay necesidad de fuego,

    el infierno son los otros”.

    Jean Paul Sartre
  • PERES25472has quotedlast year
    tener la camioneta fren
  • Vicente Cabrilhas quoted6 months ago
    Acto seguido, Galdámez evaluó rápidamente la situación general para descartar posibles peligros latentes en la escena. Una vez constatado que era posible trabajar con seguridad, se arrodilló al lado de la víctima; el hombre no reaccionaba a ningún estímulo, su rodilla presentaba una fractura expuesta, pero no sangraba. Carecía de pulso y aparentemente no respiraba, lo cual indicaba un traumatismo encefalocraneano grave.

    —¿Está muerto? —preguntó Carmona, el segundo voluntario en llegar a la escena.

    —¡No, aún no lo está! —respondió categóricamente Galdámez negándose a aceptar la evidencia—. ¡Voy a aplicarle el protocolo de reanimación cardiopulmonar!

    Galdámez revisó que no hubiese nada obstruyendo las vías respiratorias de la víctima, localizó el esternón, y trazó una línea a la altura de las tetillas. Colocó la mano derecha justo en
  • alissonayalaruizhas quoted2 months ago
    Para cuando abrió los ojos nuevamente, estaba ardiendo en fiebre. Sudaba copiosamente, tiritaba de frío, sentía la boca seca y no podía despertar de una pesadilla.
  • joshuacatacorahas quoted2 months ago
    El Minerva II era un transatlántico que operaba con bandera de las Islas Marshall, de ciento ochenta y un metros de eslora y veinticinco de manga. Su tripulación ascendía a trescientos setenta y tres personas y sus pasajeros eran alrededor de setecientos. El enorme y ostentoso buque avanzaba lentamente hacia el puerto de Valparaíso, después de pasar por el Caribe, la Polinesia, Tahití e Isla de Pascua.

    Uluf Lindström, un hombre caucásico de cuarenta y cinco años, estaba en la enfermería de la cubierta número nueve, pues presentaba leves malestares en la piel. Se veía afiebrado y sentía una picazón constante. La enfermera le recetó unas aspirinas, reposo, mucho líquido, y una crema anestésica con Aloe Vera. La blanca piel del ciudadano noruego se veía enrojecida, era evidente que presentaba un cuadro
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