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Patti Smith

  • Rafael Ramoshas quoted2 years ago
    El río desembocaba en una vasta laguna y en su superficie presencié un milagro singular. Un largo cuello curvo se alzó de un vestido de plumas blancas.
    «Cisne», dijo mi madre, percibiendo mi emoción. El ave golpeteó el agua resplandeciente con sus grandes alas y alzó el vuelo.
    La palabra en sí apenas dio fe de su grandeza ni transmitió la emoción que me produjo. Su imagen me generó un deseo para el que no tenía palabras, un deseo de hablar del cisne, de decir algo acerca de su blancura, la naturaleza explosiva de su movimiento y la lentitud con que había batido las alas.
    El cisne se fundió con el cielo. Me esforcé por hallar palabras que expresaran mi noción de él. «Cisne», repetí, no enteramente satisfecha, y sentí un cosquilleo, un anhelo curioso, imperceptible para los transeúntes, mi madre, los árboles o las nubes.
  • Rafael Ramoshas quoted2 years ago
    De eso habla este espléndido libro de memorias, de la vida en común de dos artistas, los dos entusiastas y apasionados, que cruzaron a grandes pasos la periferia de Nueva York para llegar hasta el centro neurálgico del nuevo arte. Fue así como acabaron instalándose en el hotel Chelsea y se convirtieron en los protagonistas de un mundo hoy ya perdido donde reinaban Alien Ginsberg, Andy Warhol y sus chicos, y se creaban las grandes bandas de música que marcaron los años finales del siglo XX, mientras el sida hacía estragos. Lejos de ser un libro triste y nostálgico, Eramos unos niños es un homenaje a la amistad sin trabas, y sus páginas cargadas de vitalidad y humor nos devuelven el sabor de esa gran ciudad donde hubo un tiempo en que casi todo era posible.
  • Rafael Ramoshas quoted2 years ago
    Muchas cosas se han dicho acerca de Robert, y se dirán muchas más. Los chicos adoptarán sus andares. Las chicas se pondrán vestidos blancos y llorarán la pérdida de sus rizos. Lo condenarán y lo adorarán. Censurarán o idealizarán sus excesos. Al final, la verdad se hallará en su obra, la esencia corpórea del artista. No se deteriorará. El hombre no puede juzgarla. Porque el arte alude a Dios y, en última instancia, le pertenece
  • Rafael Ramoshas quoted2 years ago
    Alisé la gruesa tela de lino que cubría mi sillón, escogí un libro de pinturas de Odilon Redon y lo abrí por la imagen de una cabeza de mujer que flota en una franja de mar. Les yeux clos. Un universo aún por descubrir contenido bajo sus pálidos párpados.
  • Rafael Ramoshas quoted2 years ago
    En aquel instante, Tosca comenzó la magnífica aria «Vissi d'arte». «He vivido para el amor, he vivido para el arte.» Cerré los ojos y entrelacé las manos. La Providencia había dictado cómo sería mi despedida
  • Inéshas quoted2 years ago
    Cuando me quejé de mi incapacidad para terminar ninguno de mis poemas, él me citó a Mallarmé: «Los poetas no terminan poemas, los abandonan —y luego añadió—: No te preocupes, te irá bien, chiquilla». Yo le pregunté: «¿Cómo lo sabes?». Y él me respondió: «Porque lo sé».
  • Inéshas quoted2 years ago
    Gregory me hizo listas de libros que leer, me dijo qué diccionario debía comprarme, me animó y me puso a prueba. Gregory Corso, Alien Ginsberg y William Burroughs fueron los maestros que tuve, y no hubo ninguno que no pisara el vestíbulo del hotel Chelsea, mi nueva universidad.
  • Inéshas quoted2 years ago
    Comenzamos a hacernos más regalos. Bagatelas que encontrábamos en un rincón polvoriento del escaparate de una tienda de empeños. Objetos que nadie más quería. Cruces de pelo trenzado, deslustrados amuletos y haikus de amor escritos en cintas y cuero. Nos dejábamos notas, pastelitos. Cosas. Como si pudiéramos taponar el agujero, reconstruir la pared resquebrajada. Llenar la herida que habíamos abierto para permitir la entrada a otras experiencias.
  • Inéshas quoted2 years ago
    Ambos seguíamos fieles a nuestra promesa. Ninguno iba a dejar al otro. No lo vi nunca a través del cristal de su sexualidad. Mi imagen de él permanecía intacta. Era el artista de mi vida.
  • Inéshas quoted2 years ago
    Me identifiqué de inmediato con la música, que tenía una palpitante cadencia surf. Nunca había prestado atención a las letras de Lou Reed y reconocí, sobre todo a través de los oídos de Donald, qué poesía tan potente contenían. En Max's, la sala de arriba era pequeña, con un aforo inferior a un centenar de personas y, conforme The Velvet Underground entraba en calor, nosotros comenzamos a movernos.
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