El mundo, tal como lo conocemos, se encuentra dividido en humanos de clase A y humanos de clase B. El resto no cuenta. Su apariencia y su forma de hablar dependen de lo que hay en la televisión, pero hay algunos factores que se mantienen constantes durante varios años. Por ejemplo, la gente de clase A no usa lápiz labial y la gente de clase B sí. La gente de clase A se extiende y abren las piernas al sentarse. La gente de clase B pide perdón por ocupar un lugar en el espacio. La postura de la gente de clase A es semejante a la de un ladrillo, mientras que la gente de clase B parece desbalanceada. La gente de clase A nunca sonríe, mientras que la gente de clase B sonríe complaciente dos veces por minuto, y rara vez su sonrisa responde a una provocación. Ahora… es por demás evidente que las vacas tenemos todas las características de la gente de clase A. Nuestro gran tamaño y nuestra forma no dejan lugar a dudas. Lo mejor que podemos hacer es dejar que asuman que lo somos.