Si no escribo este libro no puedo seguir viviendo. Me duele en el cuerpo: hace tres días me senté a terminarlo y el dolor me raja la cintura, los hombros. El cuello duro no me deja mirar a la derecha; tengo una piedra en el estómago que no puedo tragar; me duele el ceño, como si me hubieran pegado una piña que me dejó atontada. Pero si no escribo este libro no puedo seguir viviendo.
Escribir en vez de padecer, me dice mi analista.