Cuando Kim Ji-young estaba en primaria, un día su madre se quedó mirando una nota escrita por su maestra y, súbitamente, dijo:
—Yo también quise ser maestra —a Kim Ji-young el comentario le pareció absurdo y se echó a reír, porque para ella su madre era su madre y nada más—. De veras. Cuando estábamos en primaria, yo era la mejor estudiante de todos mis hermanos. Incluso era mejor que tu tío mayor.
—Entonces, ¿por qué no te convertiste en maestra?
—Porque tuve que ganar dinero para pagar los estudios de tus tíos. Pasaba con todas. Así era la vida de las mujeres entonces.
—Ahora puedes ser maestra.
—Ahora tengo que ganar dinero para costear tu educación y la de tus hermanos.