Hay que aguantar, aguardar el momento exacto para enganchar bien la pelota. Tú mandas en ese momento. Allí sólo mandaba yo. El balón era la manzana de Newton. Yo, por tanto, era Newton. Sólo tenía que esperar a que la ley de la gravedad hiciera bien su trabajo. Mandas porque controlas el movimiento, la altura, la velocidad del balón y, por supuesto, la altura de la pierna. En ese silencio eres el único que puede dominarlo todo.»