Es un error, pero no es sorprendente: el sexo de “caricias prolongadas” requiere mucho más tiempo que hacer el amor con prisas y con un objetivo. Algunos dirán que requiere mucho más “esfuerzo” de los hombres; los practicantes del tantrismo con los que he hablado durante este viaje dirían sin duda que exige a los hombres bastante más “concentración”. En nuestra cultura, incluso decimos que ese juego de caricias y palabras es un preámbulo al verdadero acto –la idea está contenida en el propio término “juegos preliminares”–, de modo que se consideran como “extras” sexuales. Toda una serie de palabras, acciones y gestos de los que las mujeres no pueden prescindir, y a los que yo llamo “las joyas de la diosa”, se ven, en nuestra cultura, como una mera invitación a la fiesta, no como la fiesta propiamente dicha