Ahora bien, es fundamental dejar claro que básicamente hay dos formas de conseguir los recursos que necesitamos. La primera depende del esfuerzo propio y la segunda del esfuerzo ajeno. No existe otra alternativa. O nos «financiamos» con nuestro trabajo o lo hacemos a costas del trabajo de otros; tal como ocurre con los niños, que viven a cargo de sus padres precisamente porque no pueden mantenerse, o con los enfermos que viven del esfuerzo de sus familiares, amigos u otros. Sin embargo, existen adultos totalmente capacitados que también viven −o pretenden hacerlo− del esfuerzo ajeno. Y aquí, nuevamente, aparecen solo dos opciones: o consiguen los recursos apelando a la caridad y a la buena voluntad de los otros, o los consiguen por la fuerza, a través de la confiscación coactiva.