Breves, fugaces, pasajeras, su imperio dura lo que duran las pasiones. Pero durante su floración viven y nos hacen vivir la eternidad de una adolescente que aún no sabe pintarse y atreve sombras tenues que legitimen su primera salida. Son susceptibles a los reclamos del viento, y a la menor provocación se van con él; tapizan entonces calles con sus pétalos de color indefinido. Nunca como en ellos son verdad las frases “entre azul y buenas noches” y “los ojos bellos de jacaranda en flor”.