David Tejera

La sonrisa de Lastleaf se extendió por su rostro como una plaga.

La inscripción en la lápida reza así: cuando solo aspiramos a reinar en nosotros mismos, todos podemos considerarnos reyes.

¡Serán como un pato en un estanque de tiburones!
—¿No habrás querido decir piscina?

Pero Clay Cooper no pegaba puñetazos a los hombres que amenazaban a su mujer... O a su hija.

Era lo más noble que había visto jamás.

“Es lo que hay”, pensó Clay. La vida era divertida, pero también voluble y a menudo muy cruel. A veces seguían viviendo los que no se lo merecían; y los que sí, acababan falleciendo.

sonrisa de la daeva se desvaneció como una bola de nieve que cae en la boca de un volcán.

Pero llegó a la conclusión de que cuando algo ya suena ridículo en tu cabeza, lo mejor es no decirlo en voz alta.

Clay oyó cómo Ganelon murmuraba en voz muy baja:
—¿Qué mierda es un brunch?

—Soy Gabe el Radiante —anunció—.