Pablo Piccato

A pesar de que la conversión al cristianismo sólo podía ocurrir voluntariamente, hubo un constante uso de la coerción para cristianizar y para erradicar la herejía.

A pesar de que la conversión al cristianismo sólo podía ocurrir voluntariamente, hubo un constante uso de la coerción para cristianizar y para erradicar la herejía.

La extirpación de la idolatría durante la era colonial se basó en ejecuciones, torturas y otras formas de coacción psicológica diseñadas para obtener confesiones que eran consideradas prueba irrefutable del carácter transgresivo de prácticas sospechosas de idolatría o hechicería.

Gracias a la influencia del anarquismo, el socialismo científico y la tradición de la Reforma liberal, aparecieron en la dirigencia revolucionaria militantes activamente anticlericales.

Durante la cristiada, las fuerzas del gobierno posrevolucionario usaban la violencia física contra los católicos rebeldes de una manera excesiva, porque ésa era una forma de asegurar que sus acciones llegaran al conocimiento de otros como una amenaza. El anticlericalismo dio entonces el corto paso de lo simbólico a lo material mediante órdenes para ejecutar, torturar y violar a los enemigos del régimen en nombre de la ley.

derecho natural a la resistencia contra la tiranía.

La educación pública promovida por el gobierno federal fue un objetivo común de esta violencia a nivel local de la segunda cristiada. Cientos de maestros federales murieron durante una ola de ataques que llegó a su punto más alto en 1935.

Podemos decir, después del recorrido hecho, que la religión católica ha estado asociada con la violencia durante el siglo XX en México, aunque no podemos decir que la religión en sí fuera la causa de la violencia. La ausencia u hostilidad del gobierno ha sido un factor necesario para el uso de la fuerza

la exigencia de justicia ha sido una constante fuente de movilización. Con su negligencia, el Estado permitió que el linchamiento funcionara como un sustituto de la justicia legal.

La observación cotidiana registrada en la prensa, el cine, la ficción y otras fuentes era la de un nuevo tipo de criminalidad, más amenazante en la medida en que parecía estar protegida desde arriba. El peligro seguía presente en la vida cotidiana. Las noticias y rumores que transmitían los medios y circulaban de boca en boca contradecían cualquier idea de que la urbanización equivalía a la seguridad y la justicia. Las variedades de la violencia criminal iban desde la rutina de la violencia doméstica, pasaban por la amenaza en escala individual del asaltante o la pandilla en la esquina oscura, y llegaban a los casos famosos de asesinos y asaltabancos.