Pablo Piccato

la desconfianza de propios y extraños hacia las policías. Tanto políticos como ciudadanos veían con buenos ojos crear nuevas instituciones. Albergaban la esperanza, siempre decepcionada, de que nuevas estructuras eliminarían la ineptitud para investigar y la propensión al cohecho de las existentes.

las funciones políticas no eliminaron el sustrato de actividades ilegales que involucraba a todos los niveles de la policía, y probablemente las fomentaron.

actores que conformaban este complicado mundo del crimen y la impunidad eran parte de redes sociales que involucraban a sus víctimas.

Las prostitutas estaban particularmente expuestas a la violencia. El padrote era un intermediario frente a la policía y un protector ante los abusos de clientes.

Las relaciones entre prostitutas y padrotes se guiaban por acuerdos informales en los que, aparte de la protección, entraban el miedo, el acceso a las drogas y tal vez en ocasiones el afecto.

la colaboración y la intervención de los Estados Unidos le dieron forma a los esfuerzos mexicanos contra el tráfico de droga desde la primera mitad del siglo.

Un campo de actividad ilegal donde era posible que los policías extorsionaran y los pistoleros ofrecieran sus servicios como protectores era el de la interrupción de embarazos. El aborto era castigado penalmente, pero estaba disponible, en mejores condiciones médicas para quienes tenían recursos suficientes. Tanto pacientes como doctores tenían que pagar altas sumas para evitar la cárcel si eran denunciados. Bajo Durazo, la policía controlaba una amplia red de doctores y parteras que le daban una buena renta a la policía.

En México los negocios ilegales prosperaron desde los años veinte de manera semejante, pero sin requerir de la violencia desplegada por los gangsters de Chicago y Nueva York para controlar sus territorios y resolver sus disputas. No hubo el estímulo repentino del surgimiento de un enorme mercado ilegal con la prohibición del alcohol en 1920

la economía ilegal y el uso de la violencia estaban dispersos entre una serie de actores que no obedecían a dictados centrales.

La mafia surgió como un fenómeno regional del este de la isla de Sicilia al que podemos definir, siguiendo a Salvatore Lupo, como una red de grupos criminales involucrados en negocios legítimos e ilegítimos. Su organización interna estaba centrada en el secreto que unía a sus miembros, afirmado por rituales de iniciación, pero también en estructuras familiares, solidaridades étnicas y un código de honor supuestamente infranqueable pero realmente apoyado en la amenaza del castigo. La capacidad para usar la violencia estaba en la base de la combinación de extorsión y protección, que permitía a estos grupos extraer ganancias de casi cualquier sector de la economía. El mecanismo era muy simple: los mafiosi venían a ofrecer un servicio, protección contra otros depredadores, pero sobre todo contra la amenaza que ellos mismos representaban. A partir de ahí, algunos capos pasaban a adquirir propiedades y administrar sus propios negocios, pero nunca iban tan lejos como para abandonar su afiliación con el grupo.