Para los padres o maestros que recurren sobre todo a los álbumes ilustrados a la hora de dormir a los niños o en la hora de lectura, estos libros, en el peor de los casos, proporcionan un escape de la rutina y la realidad. Pero para los adultos que se acercan a los álbumes ilustrados con alguna conciencia de la forma en que operan, su lectura puede resultar mucho más significativa, pues el placer intelectual converge con el estético, en ocasiones con resonancias emocionales y casi siempre con un poco de humor por añadidura. Como señala Nikolajeva, la mayoría de los adultos requieren más ayuda que los niños para apreciar un álbum ilustrado más allá del ámbito de la trama.