• Glucósidos cianógenos: en su descomposición se produce el altamente tóxico ácido cianhídrico. Tales glucósidos son los que se encuentran por ejemplo en las almendras amargas.
• Glucósidos antraquinónicos: ejercen una probada acción laxante. Son los que se hallan presentes por ejemplo en la corteza del arraclán, en la raíz del ruibarbo o en las hojas del sen.
• Glucósidos fenólicos: entre otras plantas se hallan en las hojas de gayuba, en el brezo común
• Glucósidos amargos (acíbar): constituyen los principios activos esenciales de, por ejemplo, la raíz de la genciana, de la centaurea menor, del trébol de agua y de otras plantas medicinales, entre ellas el aloe vera.
• Glucósidos sudoríficos: como por ejemplo los presentes en las flores del tilo y en el saúco.
• Glucósidos saponínicos: las saponinas tienen la propiedad de formar (así como el jabón) abundante espuma cuando se agitan sus soluciones acuosas y de producir hemolisis (destrucción de los glóbulos rojos de la sangre), aún en pequeñas concentraciones, cuando entran en contacto con éstos. Por ejemplo, las raíces de la saponaria, el regaliz, la hemaria, las flores del gordolobo, las hojas del abedul, la trinitaria, la violeta.
• Glucósidos cumarínicos: el olor característico que se desprende durante el secado de plantas, como por ejemplo la aspérula olorosa o el meliloto, es debido precisamente a la descomposición que se produce de tales glucósidos, formándose cumarina, que es la responsable de dicho olor.
• Glucósidos flavónicos: llamados también bioflavonoides o flavonoides, son, en estos últimos años, objeto de detenido estudio e investigación científica. Su acción sobre el organismo humano es realmente amplia y forma parte de las propiedades generales antioxidantes para hacer frente a los radicales libres, protagonistas de la enfermedad y el envejecimiento.