Puede que el mundo sea hostil, pero lo cierto es que las piedras están de nuestra parte: «Os digo que si estos callan gritarán las piedras» (Lc 19, 40); que los árboles están de nuestra parte: «Exultarán todos los árboles del bosque» (Sal 96 [95], 12); que los animales están de nuestra parte: «Bendecid, aves del cielo, al Señor (...) bendecid, fieras y ganados, al Señor» (Dn 3, 80-81).