Daniel Goleman publicó un libro en el que presentó a la mayor parte de la población mundial el concepto naciente de inteligencia emocional. La idea –de que ser capaces de reconocer y controlar las emociones aumenta notablemente nuestras probabilidades de conseguir lo que nos proponemos y triunfar en la vida– cuajó rápidamente, y transformó la manera de entender las emociones y el comportamiento humano.
En los más de veinte años que han transcurrido desde que irrumpió en escena el libro de Goleman, el mundo ha experimentado un cambio espectacular, y de ahí que utilizar la inteligencia emocional sea hoy más necesario que nunca.
Basta con tener en cuenta que el fraccionamiento político es la realidad imperante en nuestros días; los candidatos presidenciales utilizan el miedo y la ira como «armas de persuasión masiva», y sus apasionados correligionarios, a los que les falta tiempo para tachar al «otro» de imbécil o de no tener arreglo, protagonizan acalorados debates, en los que recurren a las invectivas y utilizan argumentos ad hominem para desacreditarse mutuamente, lo cual hace del todo imposible el diálogo sosegado y racional.