¿Alguna vez has sentido tanta comezón que quieres arrancarte la piel? Lo que encuentro desesperante de esos momentos no es el picor en sí. Es el hecho de que, aunque sea mi picazón, mi irritación, mi ansiedad, no puedo rascarme con mis propias uñas, es mi hermano el que tiene que aliviarme, al que le pido que entierre las suyas en mí.