Rebecca Solnit

La amabilidad y la dulzura nunca han tenido género, como tampoco lo ha tenido nunca la empatía.

me encanta cuando la gente me explica cosas que saben y en las que yo estoy interesada pero aún no sé; es cuando me explican cosas que sé y ellos no cuando la conversación se tuerce.

«Y lo que dicen es esto; mira si te parece que dicen la verdad. Aseguran que el alma del hombre es inmortal; unas veces llega a su fin —a lo que llaman morir—, otras vuelve a nacer, pero nunca perece: por ese motivo es necesario pasar la vida de la manera más santa posible, ya que aquellos de quien “Perséfone el precio de su antiguo yerro / se ha cobrado, al sol en lo alto en el año noveno / les devuelve su alma de nuevo, / para que de ellas surjan reyes gloriosos, / varones de brío pujante y grandioso saber, / a quienes por los tiempos venideros / los hombres habrán de llamar héroes sagrados”.

Azul: el color que representa el espíritu, el cielo y el agua, lo inmaterial y lo remoto, de forma que, por tangible que sea y por muy cerca que esté, siempre transmite distancia e incorporeidad.

Las cosas que deseamos son transformadoras, y no sabemos, o bien solamente nos creemos que sabemos, lo que hay al otro lado de esa transformación. El amor, la sabiduría, la gracia, la inspiración: ¿cómo emprender la búsqueda de cosas que, en cierto modo, tienen que ver con desplazar las fronteras del propio ser hacia territorios desconocidos, con convertirse en otra persona?

Una vez amé a un hombre que era muy parecido al desierto, y antes de eso amé el desierto.

existe otro arte, el de encontrarse a gusto estando rodeado de lo desconocido, sin que esto provoque pánico o sufrimiento

En la infancia no existe la distancia: para un bebé, una madre que se ha ido a otra habitación ha desaparecido para siempre; para un niño, el tiempo que falta para un cumpleaños es eterno. Lo que está ausente es imposible, irrecuperable, inalcanzable.

perderse es estar plenamente presente, y estar plenamente presente es ser capaz de encontrarse sumergido en la incertidumbre y el misterio.

Las jóvenes, dijo, necesitaban saber que ser minusvaloradas no era algo que fuese resultado de sus propios defectos secretos; sino que era algo que venía de las viejas guerras de género, y que nos había sucedido a la mayor parte de las que somos mujeres en algún momento u otro de nuestra vida.