si hubiera querido, podría haber escrito mejores poemas que los suyos. Pensé en Asaf, a quien nunca había conocido en persona. ¿A qué se dedicaba? ¿Cuánto ganaba? ¿Cómo me sentiría si me acostara con él? ¿A qué sabría su semen? Sabía que, si lo mordiera, él me devolvería el mordisco y no dejaría que me fuera tan pronto. Aun no siendo su tipo. Yo no era el tipo de nadie. A pesar de los zapatos planos que me empeñé en calzar, seguía siendo tan alta como ellos y siempre demasiado delgada (no tienes un solo gramo de grasa en todo el cuerpo, me dijo uno mientras intentaba echarle un polvo poniéndome encima de él. Fui su regalo de cumpleaños, pero antes se había puesto hasta arriba de cocaína y no se empalmaba. Me metí dos rayas de las suyas, cogí el dinero y me largué). ¿Qué otra cosa podía hacer? Volví a montarme en el coche de Serguei. Mientras aguardábamos a que Asaf nos enviara nuevas direcciones, tuve tiempo para apreciar algunas de sus canciones